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viernes, 3 de junio de 2016

EL PRINCIPIO ACUSATORIO





Finalmente, accedió a la entrada de la Ciudad de la Justicia, mientras se frotaba los ojos despabilándose.

-¡Pase por el arco, por favor!. La cartera, el bolso, el móvil, las llaves y demás objetos metálicos, deposítelos en la bandeja.

-Sí, ya lo sé -dijo con toda la amabilidad de que era capaz.- Pero lo que quiero es entrar. Tengo un juicio que ha empezado hace veinte minutos y voy tarde. Mi pequeño, tuvo una noche horrible, por dolor en la tripa, por gases, y ya sabe como son esas cosas.

-Son las normas de seguridad y yo no las he inventado. Yo también he pasado toda la noche en vela por mi hijo, pero el deber es el deber y a las cinco y media estaba en mi puesto de trabajo. Espere un momento que voy a buscar la lista de personal autorizado para entrar sin pasar por el arco de seguridad.

Desapareció para volver tras unos veinte minutos -que  parecieron interminables- con unos folios escritos a máquina en los que se encontraba diversos nombres añadidos a mano.

-¿Cómo se llama usted?.

-Acusación, Acusación García. Pero, Juan, si usted me conoce desde hace años...

-Cuando estoy de servicio, no conozco ni a mi padre.

Recorrió toda la lista de cabo a rabo, tomándose su tiempo mientras repasaba cada nombre con el bolígrafo despuntado para no saltarse línea alguna.

-Lo siento, pero no le puedo permitir la entrada. Su nombre no figura en el listado de personas autorizadas por la Fiscalía Provincial.

-¡Evidentemente!. Yo soy la Fiscal Jefe de la Audiencia, la que firma la autorización.

-Eso a mí no me consta. Además, la firma es un garabato ilegible.

Con cara de fastidio, sacó su carnet de identidad y se lo mostró.

-Vea usted, Juan. Es la misma firma que la de mi DNI.

-Sí, efectivamente, se parecen, pero yo no soy perito calígrafo. De todas formas, lo único que puedo hacer es llamar a casa de la Fiscal Jefe para ver si me autoriza verbalmente su entrada.

-Pero, ¡oiga!. ¿ No le he dicho que la Fiscal Jefe soy yo?. En casa no hay nadie.

-Si no desea usted que llame, no lo haré, pero su actitud me parece muy sospechosa. Además, si usted es la Fiscal Jefe como dice y no se ha atrevido a poner su nombre en la lista de personas autorizadas, ¿quién soy yo para permitirle la entrada?.

-Pues entonces, tendrá que admitir que usted tampoco está en esa lista. -replicó ella.

-Bien mirado, tiene usted toda la razón. Pero es que yo no pertenezco a la Fiscalía.

-Entonces, dígame, ¿qué coño hace usted ahí dentro si no está autorizado?.

-¡Hostias, pues es verdad!. Ahora mismo salgo y haré guardia fuera.

Reconcomida por los nervios, acertó a pedir un último deseo:

-Por favor, ¿podría pasarme el móvil que está en la bandeja al otro lado del arco?. Es para avisar al Tribunal de la circunstancia y que suspenda o demore el acto de juicio hasta que solucionemos este malentendido.

-Lo siento, pero ya he salido fuera y usted me ha prohibido permanecer por no ser persona autorizada. Además, aquí dentro está prohibido el uso de móviles. ¿ Es que no lo ve en la pegatina de la pared?. Con gusto le dejaría el mío, pero es de empresa y nos tienen restringidas las llamadas. El reglamento es el reglamento, doña Acu.

Había transcurrido casi una hora en tal situación, cuando Juan contempló cómo por la escalinata central de aquel Palacio de Justicia bajaban dos personas sonrientes. Al llegar a la puerta, Juan abrazó al más joven y estrechó la mano a la que iba de traje negro. Después, tomó su móvil, llamó al Encargado de su empresa de seguridad y obtuvo el día libre para celebrar la absolución de su hijo, por ausencia del requisito constitucional del principio acusatorio.







2 comentarios:

Baruk dijo...

Bien por Juan! que tuvo la suficiente lucidez para desarrollar la defensa de su hijo como mejor sabía. Y es que muy a menudo encontramos la lucidez sumergiéndonos en el surrealismo, ...aunque éste sea jurídico.

Muchis

pallaferro dijo...

En cuantas situaciones absurdas nos hemos encontrado! Esas que casi tienes que pellizcarte para discernir si se trata de algo real, o un terrible sueño. Sin embargo, a veces, como en esta divertida historia, la absurda situación tiene su estrategia camuflada.

Una artimaña que persigue un fin insospechado para nuestra Acusación García, o para la "Acu" de toda la vida -si se trata de Juan-.

Un fuerte abrazo,


Publicación 2006
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