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domingo, 21 de junio de 2015

LA TOBA DE SAN JUAN

 
Foto: Antorchas en Albanchez- Diario Jaén

 

En ocasiones, lo sagrado está en las gentes y lo mágico en el aire y lo aprehendes sin consciencia. Ni siquiera el tío Martín "el pelao", ni Ildefonso Aguayo eran necesarios para explicártelo.

Por entonces, desconocía el significado de la primera puerta zodiacal: la celebración de la víspera de la noche de San Juan, cuyo nacimiento coincide con el solsticio estival. Festividad de gran raigambre en la mayoría de culturas y pueblos, que conserva una extraña convivencia entre el significado religioso que conlleva la celebración del nacimiento del santo que afirmaba su necesidad de disminuir para que El Nacido en el solsticio de invierno creciera, su carácter metafísico como "puerta de entrada de los hombres" a la caverna cósmica, e incluso hasta pagano que se le otorga a la noche más corta del año. Noche mágica, para muchos iniciática, que encierra la indicación más explícita en que se efectúa la marcha del ciclo anual, y que es celebrada con culto y protagonismo a esos elementos o fuerzas naturales que guardan relación con su explicación como motor y fuente de la propia vida que cursa, se regenera y se purifica cíclicamente: el agua y el fuego.



Fue así, cómo viviéndolo y respirándolo, a caballo entre lo sagrado y lo mágico, aprendí a arrancar la juncia del arroyo de Albanchez a su paso por el Puente de los Tres Ojos y pasar horas trenzándola, como si fuera pleita, para hacer las "porras"; esas especies de serpientes vegetales a las que añadíamos unos hilos de esparto el final y que batíamos al aire con un  movimiento circular sobre nuestras cabezas hasta cruzarlas, desde adelante hacia atrás, a la altura del hombro para hacer restallar al aire delante de la custodia en el día del Corpus. A caballo entre lo mágico y lo sagrado de Mágina, aprendí a comprender el rito renovador cuando Isabelilla "la balleta" o Juana "la pastora", sacaban las cantareras y las mesas de madera a la calle para lavarlas con lejía y el resto de trastos viejos para organizar la hoguera de San Juan, como prólogo de la verbena en el patín de la casa y los preparativos para cargar las caballerías con colchones y utensilios para bajar a habitar el cortijo de la Fuente de la Seda.

Pero, sobretodo, queda en mi memoria un acto que hoy veo ancestral  y mágico: las colgaduras o tobas de San Juan.


No recuerdo, en el pueblo de mi infancia, un sentimiento temeroso, ni siquiera ni previsor, frente a los desastres naturales que pudieran justificar esta tradición ancestral como referida a un elemento de carácter apotropaico o protector como ocurre en otras regiones del país, sino más bien, concebido como un código cultural transmitido de generación en generación, donde todos teníamos asumido el significado y significante del elemento vegetal utilizado y que siempre tenía a la mujer joven, a la "moza", como destinataria y un explícito sentimiento de expresión o de valoración afectiva como mensaje.

Contemplaba, con mis espatarrados ojos infantiles, los preparativos del ritual. Paquito, Mariano, Eduardo, Juan, Miguel, Antonio, y demás solteros unidos en cuadrillas, realizaban las colgaduras. Esperaban en el bar de "corregüela" hasta el anochecer para cortar las ramas de los árboles, previamente seleccionados, que habían de colgar, mientras bebían el típico ponche, bebida con vino blanco, agua, azúcar, canela en rama y melocotón, que, a partir de esa noche, se convertía en la bebida protagonista de las tardes-noches en las huertas del verano.



Era durante la noche, y a lo largo de toda ella, cuando los novios "formales" que ya habían pedido permiso a los padres de la muchacha para pelar la pava cada tarde en su puerta, le colgaban a sus novias, y sólo a ellas,  ramos de rosas, de las primeras cerezas o de peras sanjuaneras  arrancadas de balcones y huertos ajenos, con la tolerancia de sus dueños. ¡ Y cuántas veces Miguel, que colgaba este tipo de presentes, apartándose de la pandilla, terminaba la noche y la fiesta montando guardia ante el balcón de mi prima Manolita para vigilar conductas de integrantes de otras cuadrillas y asegurarse de su permanencia hasta la rompida del alba¡.

Con ese mismo código de silencios y elementos vegetales de nuestros campos, aprendimos a entender el significado de aquellas otras colgaduras que, lejos de constituir una expresión o manifestación amorosa, se convertían en pública manifestación del juicio de valor que merecía al autor el carácter de la afectada, ya por su carácter esquivo, díscolo, alocado, atrevido o terco... y que era patentizado, simbólicamente, mediante las ramas de higuera, manojos de garbanzos, ramas de parra, e incluso con cencerros de ganado,  albardas, jáquimas, serones y otros viejos aperos.



Y la más preciada para una muchacha sin pretendiente: la "toba", planta silvestre que nace a las afueras del pueblo, en los ribazos del Cercaillo, parecido al mítico cardo mariano, y al que este lenguaje profano y mítico de la tradición vernácula le asignó el más grande de los valores expresivos de esa noche mágica, porque era el reconocimiento de la existencia de un interesado en conquistar el corazón de la agraciada moza que dormía tras la reja de la ventana o balcón en donde la toba se prendía  y cuyo autor, pese a su alianza con la oscuridad nocturna y amparado por la tolerancia  discreta de Joaquín, el sereno, acababa, casi siempre, siendo entendido y descubierto por la destinataria quien, la mayoría de las veces, ya estaba avisada de sus intenciones por los "bordos" desgranados que, en el último carnaval, de él recibió. Y si no, para eso estaba Eufrasia, que esa noche no dormía vigilando su balcón y el de sus vecinas.

Noche de bullicioso trasiego y ajetreada alba de madres, ya manteniendo su despertar más tardío, ya madrugando más que nunca, según la colgadura que adornara la puerta, balcón o ventana de la casa; ora luciendo orgullosas, hasta media mañana, la toba, bien retirando y hasta sustituyendo, apresuradamente, las colgaduras inconvenientes al decoro y reputación de sus hijas, mientras en la "ligailla" de la taberna, la cuadrilla se conjuraba y prometía que, al año siguiente, la colgadura sería de tal envergadura que no podría ser retirada, llegando, si fuera preciso, a atrancar la puerta con las ramas o con cuerdas para que esta vez sí pudiera ser vista por todo el pueblo.

Sacralidad, magia, tradición o, puede ser que, simplemente, unjuego ritual que para mi adquiere hoy su carácter sagrado, precisamente por el hecho de ser el recuerdo de un proceso mucho más elemental del tiempo originario y un nuevo despertar de aquella conmoción.

Tiempo originario que hoy me revela cómo su esencia representaba los actos sagrados, y no un orden ya elaborado por el hombre, y que mientras en mi alma y recuerdo de niño siga conservando validez, vibrará aún, en la repetición de la memoria tardía, un resto de aquel elemento creador, de ese residuo, que es la característica principal del juego sagrado y mágico de lo que fue mi vida en  la querida Mágina.


14 comentarios:

Alkaest dijo...

Nadie puede eliminar una tradición si quienes la siguen no lo consienten. Una tradición ancestral, solo muere por la dejadez y el olvido de las gentes que la seguían.
Cuando aquella herejía judaica, llamada cristianismo, se hizo con el poder ya intentó eliminar muchas fiestas "paganas", entre ellas la del Solsticio, pero ante la resistencia del pueblo tuvo que conformarse con cambiarle el nombre por el de "san Juan", añadir algunos elementos de su propia mitología, sacar una imagen del santo para procesionar y prohibir los "desenfrenos" amorosos. Pero el sentido siguió siendo el mismo, proveniente de la noche de los tiempos, exaltar la plenitud vital de la naturaleza, vegetal, animal y humana.
Que quiten oficialmente la fiesta de "san Juan", bien está, que le cambien el nombre, bien está. Porque extraoficialmente, el espíritu de la fiesta se reirá de los "organismos competentes" y seguirá viviendo mientras sus celebrantes quieran que viva.
Pues eso, que viva la fiesta.

Por cierto, le he aconsejado a Sir Crispín que no se vaya de enramadas, que ya no tiene edad para esos trotes...

Salud y fraternidad.

juancar347 dijo...

No es bueno dejar morir las tradiciones, porque lejos de lo que mucha gente se imagina hoy en día, no eran celebraciones exclusivamente lúdicas donde nuestros ancestros se soltaban la melena mandando a paseo las penas y frustraciones de todo el año, sino partes esenciales de un sentimiento más profundo que honraba la Vida y sobre todo, a esa Madre generosa que se abría continuamente el pecho (como el pelícano cristiano) para dar de comer a sus hijos. Puede que dentro de esas tradiciones, existan algunas que, por su crueldad, no nos gusten; no es el caso de ésta mágica celebración solsticial, pero tanto unas como otras, forman parte de nuestra memoria más antigua y sagrada y quizás solamente por eso, ya merecen no sólo la bendición del recuerdo, sino también la honra de la memoria. Como figuraba en el templito de Roncesvalles, sus puertas estaban siempre abiertas, tanto a cristianos como a paganos. Por eso me exactamente igual cómo lo celebre cada uno, si bajo la sonrisa de enigmática Gioconda de San Juan o bajo los cuernos del casco guerrero de Beltane, siempre diré lo mismo: Feliz Vida y Feliz Solsticio. Un abrazo

Pktodclpe dijo...

Bueno, el relato de las tobas me recuerda que aún ahora, cuando coincido con Diego "el cuco" y Ramona su mujer. Diego se pone nervioso porque teme que le recuerde cuando ponía tobas en la ventana a Juanita la de "juanarinas", que al final se casó con un torreño. ¡Que tiempos!.

Pilar Quirosa-cheyrouze dijo...

Impresionante, Syr Malvís

María Luisa Amezcua Lanzas dijo...

Muy bonito, enhorabuena. Está conseguido

Juana Moreno Lagunas dijo...

Bonitos recuerdos de mi infancia ya tan lejana.

Manoli Cobos Catena dijo...

Se echaba de menos

Bruji dijo...

Qué belleza, la noche más mágica del año vista desde tu Mágina!!!

Anónimo dijo...

Genial aporte sobre mi pueblo, desde que leí a Caro Baroja no había vuelto a ver esas referencias de otros puntos de España sobre la misma costumbre, aunque con un significado tan diferente. Recuerdo alguna vez que fuimos descubiertos colgando un buen higuerón y nos conjuramos que al año siguiente sería de tal magnitud que la "agraciada" no podría ni abrir la puerta con las luces del alba. Nuevamente enhorabuena por regalar recuerdos de Albanchez.

Anónimo dijo...

Al final, no será trilogía, pero, poquito a poco, se va escribiendo "La Fuente de la Seda".

Un poco burros ya erais, ¿eh? (Es que lo de la crítica va unidito a mi esencia...)

chis dijo...

Tradiciones vividas en la niñez como lo mas natural del mundo. Luego nos damos cuenta de la sacralidad que encierran. Aparte de las hogueras en mi zona la gente practicaba el rito de " sanjuanarse" es decir rociarse o lavarse con agua expuesta al sereno de la noche de San Juan. Gracias por compartir esencias de tu tierra, que ya es un poco también nuestra. Un abrazo

pallaferro dijo...

Me quedo con la primera frase: "cuando lo sagrado está en las gentes y lo mágico en el aire, lo aprehendes sin consciencia". Una frase genuina!

Pienso que las similitudes entre tradiciones expresan que hay una única realidad universal que es intuida por toda la humanidad. Son pistas o trazos que nos revelan que hay algo màgico, ancestral o sagrado tras la verdadera naturaleza del ser humano y del cosmos. No?

KALMA dijo...

Hola, como esos dibujos animados ¡¡¡Qué hay de nuevo!!! Oye, estoy recreándome de nuevo en tan mágica noche, casi ya conozco tú Mágina Malvís y cuando voy a comentar en el blog, por aquello de mantener la tradición... Oye, como haces para compartir comentarios face/blog?? ¡Qué curioso! Un besote.

escayoleando dijo...

Estupenda entrada Malvis, sobre un pasado,apenas ya son solo un recuerdo lleno de añoranzas,
Aunque en la actualidad se sigan celebrando esas fiestas a trancas y barrancas como en mi comarca,echo en falta,la esencia ya no entendida,las motivaciones de el porqué,para mi que se han perdido,ahora son simplemente una atracción turística más en la mayoría de los casos,triste,pues si,pero el tiempo pasa alejándonos de esa primigenia,todo que nace y puesto que nace también tiene su fin,vivimos otros tiempos desvinculados totalmente con el ser y lo que somos,


Publicación 2006
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