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viernes, 13 de julio de 2012

La receta electrónica

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A Chís
( que no es un estornudo,
sino la dedicatoria a nuestro médico más querido)





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Recibí en el móvil un mensaje de mi amigo Isidoro. Hacía tiempo que no nos veíamos y me agradó tener noticias de él, aunque fueran para recordarme que el lunes siguiente entraba en vigor la norma que regulaba la receta electrónica, por lo que ya no podría hacer uso de las convencionales de papel que nos solía dejar firmadas en blanco para casos de emergencia. Nunca llegué a saber si lo hacía por propia prevención o para prevenirme de que hiciera uso de cuantas pudiera antes de que devinieran inservibles, pero lo que más me extrañó fue su modo de despedirse: "un saludo afectuoso". Él y yo siempre nos abrazábamos en la distancia del teléfono, del móvil y del gmail de la misma forma que cada vez que nos veíamos desde nuestra fraguada amistad de hacía ya más de veinte años.

Quizá por eso, me decidí a llamarle con el pretexto de tranquilizarle y llevar a su ánimo que, hacía una semana, habíamos acabado su último talonario. También aproveché la ocasión para consultarle sobre ciertos picores y escozor que me venían afectando últimamente los genitales. "Los amigos están para eso, Carlos. Gracias por tu llamada y tu confianza. Te espero en el Consultorio mañana. Pregunta por mí y no pidas cita", respondió.

- Los análisis demuestran que se trata de una infección por hongos. Suele ser por transmisión sexual. Te digo esto -continuó- para que sepas a quién tienes que comunicarlo, si así lo deseas, pero sin ninguna otra intención. Yo, querido amigo, estoy aquí para curarte, no para juzgarte. Te recetaré y en poco tiempo todo estará controlado si pones de tu parte.


Quedé aturdido. Una vez recuperado, preferí sincerarme.

- Creo que Cristina debería saberlo, pero hoy es nuestro aniversario de boda y espera un ramo de flores y no una noticia como ésta. ¿Recuerdas a Ana, Isidoro?. ¡Sí, hombre, aquella chica de la Universidad que elegimos madrina de 4º curso¡. Pues verás... La semana pasada celebramos las bodas de plata de la promoción y coincidí con ella. Tú no pudiste asistir porque estabas en Logroño en un Congreso de Ginecología, pero sí estuvieron el " Iski", de Huelva, Juan Luis "El flaco" y Paco Fidalgo (¿sabías que todavía está en la "cuarentuna"?). La velada se prolongó hasta el amanecer. Bebimos hasta secar la barra libre y amanecí en la habitación de Ana con el sujetador en la cabeza a modo de parche de pirata. Sólo he tenido esa aventura en mi vida. No se que pasó. No he dejado de arrepentirme ni un segundo. Además, fue una experiencia desastrosa.

Lo siguiente fue un auténtico calvario. No sabía si odiarla o contarle lo de la infección, pero al final se impuso el sentido del deber y mi honestidad.

- Buenas tardes, Ana. Perdona que te llame a estas horas.


Tras una conversación incómoda, preferí no darle más vueltas. No encontraba palabras, pero cuando por fin terminé de hablar, Ana no pareció preocupada por lo de la infección.

- Bueno, Carlos, aquella fue una noche inolvidable. Todos bebimos demasiado y volver a los recuerdos fue como quedar anclados en el pasado universitario. Estabas eufórico, divertido. Me perseguiste por el pasillo del hotel hasta el dormitorio. Sólo hacías tonterías con mi sujetador y acabaste haciendo el salto del tigre, pero, al final, no fue una función de circo, sino una disfunción. Puede que algún día debamos acabar lo que nunca terminaste. ¡ Carlos, Carlos¡ ¿ sigues ahí?.


Quedé pensativo. Cuando reaccioné, sólo me preocupaba obtener mi fármaco. Por eso pensé ir a la farmacia de Lola, en el aeropuerto, pero deseché la idea para evitar preguntas embarazosas y me dirigí a la Oficina de la esquina de la consulta de Isidoro.

La auxiliar me advirtió del cambio producido en la dispensación de la receta electrónica. Debía exhibir mi tarjeta sanitaria y el lector le informaría sobre la prescripción y el porcentaje de la aportación, el maldito "copago", dependiendo de mi nivel de renta. Extraje la tarjeta y el lector vomitó el fármaco prescrito por mi amigo

- ¿ En cápsulas o en pomada como habitualmente le prescribe don Isidoro a tu esposa?,- espetó.


Siempre me horrorizaron las armas de fuego y odio la violencia de todo tipo. En especial la machista. Así que cogí mi móvil y le envié un mensaje: "Vete a la mierda, Isidoro¡. Afectuosamente"



4 comentarios:

Rubén Oliver dijo...

Jim ji...mu gueno, pero gueno...jua jua.
Un abrazo.

chis dijo...

Muy divertido y demostrativo de que no sólo las armas sino también las recetas (electrónicas) las carga el diablo.
Muchas gracias por la dedicatoria y por habernos hecho (a mí y a Yolanda) sonreír y pasar un momento agradable.
Un fuerte abrazo (nada de saludos afectuosos, eh?)

KALMA dijo...

¿¿¡¡Picores en los genitales!!?? ¿¿¿Transmisión sexual??!! Jajajaja, una entrada muuu buena. Un besote!!!

Baruk dijo...

Me parece que el relatillo, dentro de su mala baba, es muy afectuoso.

Besillos de esos:)

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Publicación 2006
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